¿Por qué cada día escuchamos hablar más de adicciones? ¿será que la velocidad en las comunicaciones nos permite enterarnos de más casos o realmente existe un incremento en este rubro de la vida personal?

La sociedad postmoderna, vacía de referentes que el modernismo rompió sistemáticamente, busca una vuelta a la persona, al individuo y a su “mejor – estar”; busca llenarlo de satisfactores a necesidades muchas veces no imaginadas, planteando una sobre oferta de elecciones en la ley del mínimo esfuerzo, tendiendo al hedonismo, pero, ¿realmente podemos decir que nos sentimos satisfechos?

Para hablar de gratificación, habría que hablar de necesidad, sin embargo, la sociedad permisiva en que vivimos, y que promueve una personalización sistemática, propone el placer como valor central, que lleva a su vez implícita, una negación de la necesidad de necesitar. Se consume pues a toda costa y de manera indiscriminada todo aquello que los demás dicen que el individuo desea, sin que este realmente contacte consigo mismo y con su deseo. Así entonces, lo consumido no gratifica y no satisface, dejando una sensación de vacío que también requiere ser, sistemáticamente negado.

¿Qué es lo que permite “desconectarse” y a la vez “llenar vacíos”? La respuesta sería: todo aquello que pueda crear la falsa ilusión de saciedad y que embote la conciencia…

Entonces pues, alcohol, drogas, actividades de alto riesgo, consumismo, sexo y violencia, entre otros, constituyen medios para olvidar el sí mismo, crear una pseudosaciedad instantánea con una autoimagen fugaz que permite crear a su vez una ilusión de “estar vivo y bien”, al menos mientras dura el efecto del sustituto elegido, y que se buscará compulsivamente para alejar el vacío existencial de la negación de si, creándose así la adicción.

Desde esta perspectiva ¿adicto yo?