Vivimos en un aparente incremento de psicopatologías representadas en un creciente malestar emocional que viven la gran mayoría de las personas en la actualidad.

Manuales diagnósticos de psicopatología han definido un mayor número de enfermedades y trastornos, lo que parece respalda lo anterior, sin embargo, cabría preguntarse sobre este fenómeno, ¿Realmente ha habido un decremento de la salud mental?, ¿Estamos ante una era de enfermedades mentales?

 

Si bien es cierto que parece cada vez más lejana la posibilidad del bienestar anímico, sin duda, se han podido clasificar todo tipo de malestares con mayor precisión y especialización.Por otro lado, surge el cuestionamiento: ¿Qué sucede en la sociedad actual que cada vez resulta más difícil tener vidas plenas y gratificantes? , La respuesta puede encontrarse en la vertiginosidad de la vida actual, sus cambios casi imposibles de entender y la demanda de adaptación a las circunstancias, sin referentes claros de los cuales asirse.  

 

Ciertamente, contamos con un gran flujo de información proveniente de la investigación y el conocimiento, aunque no siempre resulta así, pues también existe una gran cantidad de material falaz y de poca credibilidad, que al final, pareciera que daría lo mismo para el individuo, quien no cuenta con elementos suficientes para poder establecer un criterio que le permita diferenciar lo verdaderamente útil para construir sus referentes y por tanto su entorno, cayendo en trampas sin fin, que lo dejan a la deriva de su experimentación y su fracaso.

 

Demanda social, falta de formación, cambios, vertiginosidad, falla referencial, parecen ser características de nuestro tiempo, donde la adaptación filogenética y ontológica parecen no ir a la misma velocidad que lo que se requiere.  En conjunto, todo indica que hemos perdido capacidad para ser dueños de nuestras vidas, proyectos y planes, y que tenemos que movernos al ritmo de un entorno incomprensible y muchas veces amenazante, cuanto que no podemos integrarlo, entenderlo, ni controlarlo.

 

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Esta amenaza continua nos coloca en una respuesta de alertidad extrema al medio, con la consecuente alteración fisiológica, con respuestas simpáticas y parasimpáticas alternantes, así como ante la incapacidad de establecer procesos reflexivos hacia las mejores soluciones.

 

Ansiedad, angustia, stress, depresión, obsesiones, compulsiones, respuestas sin dirección, impulsividad, agresión, adicciones, desesperanza, son algunas de las formas de manifestación del malestar emocional, ¿Qué alternativas tenemos para ello? ¿Cuándo buscar ayuda profesional?

 

Dependiendo de la severidad de la sintomatología y de lo incapacitante que pudiera resultar, convendría hacer un alto en el camino y darse la oportunidad de “refinar” nuestro modus vivendi.

 

En la actualidad, existen múltiples alternativas psicoterapéuticas, Psiquiatría, Terapia Familiar, Counselling y Desarrollo Humano, Gestalt, Terapias Conductuales y Psicoanálisis, pero ¿Qué tan efectivas son? ¿Cuándo elegir una? ¿Cuál elegir? ¿Cuál es su marco teórico referencial? ¿Cuál sería su meta?

 

Podríamos hacer una aproximación a las propuestas y sus diferencias, tomando en cuenta cómo conceptualizan psiquismo, enfermedad mental, tratamiento, meta terapéutica y salud mental.