Para vivir hay que dejar ir… Tal vez una frase larga y trillada, pero cuán verdadera!
Nos aferramos al pasado y pretendemos vivirlo de nuevo, sin dejar entrar los cambios, que muchas veces tememos porque se nos antojan difíciles.
Todo cambio representa un ajuste, sin duda, pero todo cambio anticipa una experiencia no vivida, que no forma parte ni del ayer, ni de lo conocido… tal vez por eso nos asusta…
A veces pensamos que tenemos entre manos algo tan bueno que no nos atrevemos a dejarlo ir, sobre todo porque creemos que nunca encontraremos algo mejor…
Había una vez un mercader quien recibió como pago una gema extraordinaria, y temiendo perderla, la guardó en su mano izquierda, limitándole el movimiento y muchas de sus tareas, pero seguro de que si la mantenía bien asida, jamás la perdería.
A donde quiera que iba, la gente le preguntaba, “¿qué guardas en la mano con tanto celo? “, a lo que él contestaba, “Ah! Una gema preciosa, de gran valor, que me fue otorgada en pago y en verdad deseo no perderla”. La gente lo veía con rareza, pero no insistían más en ello.
Y pasaron los años, y el mercader siguió su camino, siempre con la mano cerrada, haciendo arduo su camino y su vivir.
Un día un joven se cruzó en su camino y le hizo la pregunta de siempre, pero éste insistió en que lo dejara ver tal gema de extrema belleza. El mercader al fin consintió y abrió la mano para mostrarle al joven lo que llevaba guardando por muchas décadas.
Al hacerlo, lentamente, se dejó ir viendo lo que encerraba en ella para descubrir que era tan sólo una piedra común.
El joven se burló del mercader, quien sollozando, lloró por las oportunidades perdidas y por la vida de apego a un objeto sin valor.
Abre tus manos, deja ir lo que contienen, que solamente con manos abiertas que dejan ir lo bueno, puedes tomar lo mejor…
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