Había una vez una unicornio, quien vivía sola en un bosque, al centro del cual había construido, manteniendo la entrada secreta, un jardín de filigrana. Construirlo le tomó mucho tiempo, amor y dedicación.
Escogió cada flor, y el mejor lugar para sembrarla, llenando el jardín de flores de colores, dulces, delicadas, aromáticas, y las fue nutriendo con buen alimento y amor. Confeccionó los mejores y mas hermosos adornos de filigrana de plata y de cristal, y con cuidado los fue colocando para dar al jardín este sentido de belleza, armonía y paz, deseosa de poder compartir este lugar secreto y especial, con aquel que tuviera un corazón que pudiera gozar con este espacio y que no tuviera miedo de sentirse atrapado, porque este jardín sería espacio para gozo y reposo, pero nunca una prisión.
Ella, como todos los unicornios, podía intuir el corazón de los hombres, y también como todos, se había hecho no evidente para ellos, porque la maldad de los hombres que querían poseerlos y adueñarse de los cuernos de plata de los unicornios, habían acabado con muchos de ellos, así que era invisible ante los ojos de los hombres.
Por el bosque, pasaron muchos hombres, pero ninguno de ellos poseía las cualidades de pureza de corazón, pureza requerida para poder apreciar el jardín.
En una ocasión, apareció un ser, cuyo corazón intuyó, y pudo ver que era bondadoso, y quiso compartir con él el jardín, y lo guió hasta ahí, pero al entrar, pudo ver que no se trataba de un caballero, si no de un gran elefante, que una vez en el jardín, rompió con su torpeza el lugar, devorando las flores y pisoteando la filigrana.
Con mucho dolor y empeño, ella reconstruyó el jardín, y después de mucho trabajar y largo tiempo, al fin, fue nuevamente un sitio lleno de magia.
Mientras trabajaba en su jardín, la unicornio reflexionaba sobre lo sucedido, y reconoció su error: el corazón del elefante era bondadoso, pero ella había descuidado ver el físico, para asegurarse que se trataba de un hombre.
Un día, apareció un caballero, con gran porte, montando un maravilloso corcel, se le notaba cansado y hambriento y ella lo miró, encontró que su corazón estaba dolido y apesadumbrado, lo que le impidió reconocer que no era del todo puro, y entonces pensó en guiarlo al jardín secreto, para que descansara y se nutriera, y pudiera gozar de él, sanando sus heridas. El caballero la siguió, llegó a la entrada, y dejando su cabalgadura, entró.
El lugar lo sorprendió, y gozó dentro de él, recuperándose lentamente y recobrando las fuerzas, al cuidado de ella. Pero su corazón no era puro, no podía ver mas que a una yegua, y cuando hubo recuperado fuerzas, pensó que sería una gran pieza para su colección, y al intentar ponerle la montura, empezó a destruir el jardín, a pisar las flores y a romper la filigrana.
La unicornio, asustada y llena de dolor, corrió y corrió, ahora perseguida por el caballero quien quería llevar semejante trofeo a su castillo, dejando el jardín, y después perdiéndola en la espesura del bosque.
Sin embargo, este encuentro no limitó a la unicornio, no podía resignarse a creer que el corazón humano fuera de piedra o torcido o podrido y regresó a su jardín, a reconstruirlo. Mientras lo hacía, reflexionaba y descubrió, que lo que había sucedido ahora es que había estado tan concentrada en asegurarse de que trataba de un hombre, y dejándose llevar por su necesidad de ayudar, olvidó intuir su corazón plenamente.Se había equivocado al querer ayudarlo a sanar.
El jardín quedó reconstruido, y ahora la unicornio, tenía la certeza de que elegiría bien la siguiente vez: había que asegurarse de que fuera un hombre pero sin dejar de intuir plenamente su corazón. Finalmente, apareció un hombre, con una armadura brillante, seguro, de paso firme. La unicornio pudo verlo y reconocer su belleza externa, asegurándose que se trataba de un hombre de verdad. Intuyó su corazón, y éste era puro, bello, bondadoso, grande, sensible y tierno, y entonces al fin pudo comprobar que si existen hombres magníficos.
Fue a su encuentro, sigilosa, acercándose lentamente para hacerse evidente ante sus ojos y poder invitarlo a entrar a su jardín. El caballero la vio y empezó a seguirla. Pero lo que la unicornio no vio ahora, fue que, el caballero, con armadura, espada, flechas y con la escasa visión que le proporcionaba su escafandra, la confundió con una venadita asustada y empezó a seguirla, mientras ella lo guiaba hasta su jardín.
Al llegar, el caballero se sorprendió con la belleza del lugar, pero no olvidando a su presa, tomó una de sus flechas y disparó hiriendo a la unicornio, quien huyó, perdiendo al caballero. Éste, sin mucho interés por alcanzarla, siguió su camino, a través del bosque, pensando que otra pieza podría se cazada, y que no tenía sentido perseguir a la huidiza venadita.
La unicornio regresó al jardín, y lamiéndose las heridas se preguntó que habría salido mal esta vez, estaba segura de que era un hombre, estaba segura de su pureza de corazón, ¿que podría haber estado mal?, y entonces se percató de que este caballero, quien seguramente venía de una ardua batalla, estaba dentro de una fuerte armadura, que le imposibilitaba moverse libremente, pero que sobre todo, llevaba un yelmo que le impedía ver con claridad, y quién además, estaba cansado de perseguir y de luchar, venía de una guerra de muchos años y lo que menos deseaba era seguir persiguiendo algo que lo distrajera de llegar a su castillo.
Ahora, el caballero va de vez en vez al bosque, y la unicornio lo observa, con la certeza de que es un hombre, con un corazón puro, pero no se hará evidente, ni lo invitará a su jardín, hasta que llegue el día, si el día llega, en que el caballero deje de lado la espada, la armadura, las flechas y el yelmo.
La unicornio recuperó la confianza en los hombres, sabe de su bondad y su grandeza, pero aprendió que hay que observar el afuera, intuir el corazón y reconocer las formas, antes de invitarlos a entrar a su jardín, sabiendo que solo uno podrá ser, junto con ella, dueño del jardín de filigrana, aquel que con su amor y pureza, descubra a la mujer, quien tomó forma de unicornio, para demostrarle a los dioses, que el hombre aún posee alma y corazón.
abril 20, 2012 at 5:08 am
Está genial! Y vaya que dice todo. Felicidades, María
abril 20, 2012 at 10:46 pm
Gracias Javier!!! Celebramos que te haya gustado!!
abril 20, 2012 at 1:48 pm
….tal vez la unicornio pueda permitir el paso al hombre niño, para enseñarle que el camino del respeto profundo es el amor. Creo que esta puede ser una de las primeras enseñanzas de Mateo.
Recibe un gran abrazo prima!
abril 20, 2012 at 10:46 pm
Mil gracias! Y sin duda, el respeto es llave para abrir un mundo insospechado.